La educación entendida desde la filosofía engloba todo lo que forma conciencia, carácter, esencia en el hombre, esencia de su práctica y de su finalidad; es sin duda bastante interesante la visión de una filosofía de la educación, una propuesta que abarque la raíz y que analice de fondo la importancia de la actividad en oposición a la pasividad del párvulo en el proceso de enseñanza aprendizaje; para iniciar la comprensión de esto debemos entender a quién se educa y con qué motivo se lo educa, caemos entonces en un problema óntico.
El ente es la unidad devenida de la suma de la esencia y la existencia, sin entrar en problemas de existencialismo o idealismo, se debe señalar que la esencia del ser es la persona y es así que guía su existencia basándose en la autoconciencia, autocontrol y autodecisión[1]. Este prefijo “auto” supone un papel de protagonismo del sujeto y es así que podemos entrar a comprender el principio de actividad; recalcando que la actividad es fundamental tanto para el desarrollo físico y psicomotor como para la construcción del conocimiento.
A través de la propia actividad, en continuo intercambio e interacción con el medio, el niño/a aprehende y transforma la realidad. La metodología en la educación infantil ha de potenciar situaciones y tiempos donde los niños/as puedan desarrollar sus capacidades de manipular, explorar, observar, experimentar, construir, etc. Proporcionando experiencias variadas que les permitan aplicar y construir sus propios esquemas de conocimiento; para ello, los educadores deberán organizar las condiciones para que sea posible la actividad autónoma de los niños/as.
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